El propósito de esta entrada: declarar abiertamente, aunque
no sea ninguna sorpresa, mi obsesión/pasión por los finales felices. Y en
definitiva, por el triunfo del amor.
¿No habéis llegado alguna vez a una declaración memorable, a un final en el que atesoráis y exprimís hasta la última palabra, y se os ha
acelerado el corazón, se os comen las palabras excluyéndoos de la realidad y se
os humedecen los ojos? Si es así, entonces habéis experimentado el éxtasis del
final feliz. Como todos los estallidos de placer; a veces nos dejan con ganas
de más… incluso se nos queda una tonta melancolía que no es del todo
insatisfactoria. Entramos en un estado entonces de creer que todo puede hacerse
realidad. ¿No os dan ganas de saltar o reír? O simplemente se nos queda una cara
de tontas soñadoras, donde los ojos nos brillan sin parar.
Entonces como nos encanta esa sensación que nos hace creer
que el príncipe azul existe, pero muy en nuestro fuero interno sabemos que si
salimos a la calle no vamos a encontrar nada comparable a nuestra declaración
empalagosa, seguimos buscando más. Más historias de amor con finales felices,
con declaraciones irreales. Obsesas del final feliz, podríamos llamarlo.
Al fin y al cabo, ahí reside el éxito de las novelas
románticas.
Ahora bien, el problema llega cuando has leído centenas de
libros románticos, entonces la sensaciones no son las mismas cuando las
declaraciones irrepetibles son más que vagamente familiares. Encontrar estas
sensaciones que producen el final feliz, es más difícil. Nuestra exigencia es
mayor. Nos volvemos expertas en detectar verdaderas joyas de historias de amor.
Buscando la misma sensación que nos produjo la primera declaración de leyenda
que leímos de nuestra colección, que como toda primera sensación, es única.
Para todas las obsesas de los finales felices, la cura es
seguir leyendo.
(Texto escrito a finales de 2012)
Feliz lectura y que os atrapen mundos imposibles de papel!!!
Nimsay
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